PASTILLA ROSA, PASTILLA AZUL: SEXUALIDAD, ANDROCENTRISMO Y FARMACÉUTICAS.
Leemos en los diarios de los dos últimos días, que en las
farmacias estadounidenses estará disponible, a partir del próximo mes de octubre,
la Flibanserina, a la que los medios de comunicación se refieren como la
“viagra femenina”. Pero lo cierto es que parece que no lo es.
Dejando al margen el hecho infantil del color con el que las
farmacéuticas han teñido cada uno de sus dos productos –azul para ellos, rosa
para ellas- conviene señalar unas cuantas diferencias bastante más serias:
En primer lugar, la flibanserina actúa contra el “deseo
sexual hipoactivo”, es decir, que mientras que la “viagra” masculina se ideó para
que los hombres que quisieran, pudieran mantener relaciones sexuales, la
femenina se ha ideado, en cambio, para que las mujeres que no quieren, sí
quieran (y puedan así, supuestamente, ser más felices, lo cual ya parece un
pensamiento bastante perverso).
Pero además, la pastillita de marras nos trae la nueva de que
ya no va a valer no querer. Las presiones pueden comenzar a apuntar en una
dirección que asusta. Porque ¿cuántas mujeres a partir de ahora se sentirán
presionadas para cambiar el sentido de su voluntad, para estar siempre
dispuestas a los deseos de “su” hombre –o de otros hombres- cuando la “ciencia”
le está diciendo que ya no hay razón para decir no, excepto su terquedad para
no ingerir la dichosa píldora?
Más aún ¿cuántos hombres comprarán esa pastillita rosa y se
la harán ingerir, en cualquier lugar público o privado, con o sin el
conocimiento de la mujer? Porque la flibanserina tiene efectos secundarios
igualmente opuestos a los de la viagra masculina: produce sueño, disminución de
la presión arterial, puede llegar a ocasionar incluso desmayos… induce, digámoslo
de una vez, una imagen –y una realidad física- de debilitación de la mujer,
completamente contrarias a las de la píldora masculina.
Para terminar de rematar el concepto, la viagra masculina
actúa sobre la presión arterial, mientras la flibanserina actúa… sobre el
cerebro. A nivel simbólico, el mensaje que se emite es: si la mujer no quiere
tener relaciones sexuales es porque está mal de la cabeza. Fisiológicamente,
supone debilitar su actitud o voluntad, para volverla más receptiva a la
relación sexual.
La primera intención declarada de los “científicos” de turno
es administrarla únicamente a las mujeres pre-menopáusicas (abundando en la
idea de que si no quieren sexo es porque no andan muy bien de lo suyo, que al
final es del cerebro). Pero tras esa cortina se esconde la realidad de la
presión hacia una sexualidad androcéntrica, y el hecho incontrovertible de que
todos y todas, mujeres y hombres, tendrán a partir de ahora legalmente a su
disposición una pildorita para que las mujeres vivan sin vivir en sí, y quieran
aunque no quieran. Algo así como para que las mujeres puedan anular su voluntad
por voluntad propia.
En realidad, la única semejanza entre tan diferentes
productos farmacéuticos, es que insisten en una visión de la sexualidad humana
–y de la diferenciación de roles sexuales entre mujeres y hombres- que creíamos
ya superada, y que ambas parecen tener en cualquier caso el mismo cliente
final: ese que sí quiere, y quiere que las mujeres quieran, como, donde y
cuando él quiera.
Muy interesante vuestra aportación. Dos cosas saco en conclusión: la investigación prioriza siempre los intereses másculinos y las mujeres debemos establecer redes de información y acción más potentes.
ResponderEliminarGracias