lunes, 25 de junio de 2012

Por fin una nueva concepción del matrimonio


La última revisión del Diccionario de la Real Academia Española acaba de incluir, por fin, el reconocimiento del matrimonio como unión entre personas del mismo o distinto sexo. Una novedad por la que deberíamos felicitarnos todas.

Tradicionalmente el patrimonio (de pater “padre” y monium “obligación” o “deber”) ha constituido siempre el conjunto de los deberes (y haberes) de un hombre, mientras el matrimonio, por la misma obvia razón, no era sino el conjunto de los deberes (y haberes) de una mujer. Eso y nada más era lo que en realidad significaba la palabra matrimonio.

La resistencia a llamar matrimonio a las uniones homosexuales ha provenido hasta ahora no sólo de sectores más o menos homófobos, sino, digámoslo claramente, de todos aquellos que se negaban a que el hogar dejara de ser el deber sagrado y exclusivo de toda mujer (quienes, por otro lado, venían a ser mayoritariamente los mismos, y han sido siempre bien conscientes de lo que las palabras importan).

La igualdad de géneros requería a gritos nuevos significados y concepciones del matrimonio, que se desentendieran de la adjudicación de papeles y deberes por razón de sexo, y que han llegado finalmente por esta vía inopinada.

Del mismo modo que las mujeres actualmente pueden tener patrimonio sin la mediación de un hombre, ya iba siendo hora de que el matrimonio dejara de una vez de asociarse a una obligación sagrada y exclusiva de las mujeres.

La RAE ratifica con este nuevo gesto por lo pronto dos cosas: la igualdad de derechos y deberes consagrada en la Constitución (y hasta ahora negada en el citado sentido por la lengua española) y una nueva concepción del matrimonio que ya no es un conjunto de obligaciones (y menos sólo de la mujer) sino que se define como el establecimiento y mantenimiento de “una comunidad de vida e intereses”. Nada más y nada menos.

En esto como en todo, una vez más se demuestra que el avance de los derechos de nuestras y nuestros semejantes, no impide sino que amplía siempre el horizonte de los derechos de todos.

Felicitémonos todas, pues. Y también ellos. Cuando se amplían los derechos es la sociedad la que sale ganando.