miércoles, 20 de enero de 2016

QUÉ MUJERES Y POR QUÉ ASUMEN ACRÍTICAMENTE LA TEORÍA DEL APEGO.

Frente a la teoría del apego existe un quién y unos porqués. Las razones son diversas y complejas, pero aquí se va a llamar la atención sobre dos motivos principales:

En primer lugar, la presión social sobre las mujeres, que abona el eterno discurso de la “mala madre” encabezado hoy por la medicina, como antes –y aún ahora en muchos lugares- hicieran las religiones.

En segundo lugar, también el modo en el que la reacción machista a los avances de las mujeres ha logrado calar en la sociedad, haciendo retumbar en mentes y corazones términos como “feminazi”.

Tristemente, la sociedad parece aceptar hoy de peor grado las reivindicaciones feministas de conciliación que la idea del respeto a la fe y a las creencias de cada cual, lo que tal vez concite a poner mayores esperanzas de éxito si a las tareas de cuidados, hasta hoy minusvaloradas, se las reviste con nombres que hacen más referencia a diferencias culturales que a la desigualdad de género, como en este caso el derecho de cada cual a criar a sus hijos según sus creencias “de apego” en lugar de, lisa y llanamente, el derecho de las mujeres a conciliar.

Se trata de una batalla a ganar con mayor urgencia por cuanto que las jóvenes madres hoy se encuentran con unas condiciones laborales cada vez más precarias y una ayuda familiar ya agotada, con abuelos y abuelas de nueva generación, que ya no están disponibles en casa porque también tienen que trabajar.

Pero no nos engañemos. Llevar a un bebé al trabajo o poner por delante las necesidades del hogar, abandonando el club de las “malas madres” y pudiendo “con todo” es un lujo que sólo una élite de privilegiadas puede permitirse, respaldadas por su status económico, sus padres y madres o sus propios amigos (o amigas)-jefes.

La mayoría seguirá inmersa en el intento de asumir que son malas, como la mejor forma de aprender a funcionar en sus múltiples dimensiones como trabajadoras, madres, amas de casa y personas; a un cúmulo de tensiones y contradicciones que ni de lejos han tenido que soportar nunca los hombres.

Para esta mayoría, el hecho de que se las pasee por los ojos la imagen del bebé de una pretendida superwoman que “puede con todo” sólo puede consistir en un acto de vanidad que entronca con cuestiones de clase, una nueva especie de “virtud” victoriana, que les recuerda a ellas lo “incompetentes” que son.

En la historia siempre ha habido vanguardias y retaguardias. Lo importante, en cualquier caso, es que realmente todo ello acabe sirviendo a la causa de la igualdad y la mejora de la calidad de vida de todas y todos, y que no acabemos en una especie de “evismo” (como correlato del actual regusto adanista) que acabe devolviendo a nuestras jóvenes a las cavernas en lugar de a su supuesto paraíso.


lunes, 18 de enero de 2016

TEORÍA DEL APEGO: PSICOLOGÍA, PEDIATRÍA Y PROCREACIÓN.

La teoría del apego surge después de la II Guerra Mundial, por las dificultades que los huérfanos de guerra encuentran en su desarrollo. A partir de ahí, Naciones Unidas se preocupa en encontrar una solución y encarga a un psiquiatra, Bowlvy, que presente argumentos para resolver esta problemática.

El bebé, la bebé mientras van desarrollándose no son autónomos, son dependientes y precisan de un adulto que interactúe con ellos y, sobre todo, les proteja en todas sus necesidades, desde higiene, alimentación, además de la adquisición lenta y compleja de la autonomía personal.

Pero la teoría del apego no pasa de ser una teoría que habla de la interrelación y vínculo entre seres humanos, más cuando estos no son autónomos, por tanto cualquier adulto puede ser la figura que los bebés necesitan. Es más, no queda claro si tiene que ser una persona o pueden ser varias, con lo que cualquier miembro de la familia puede ser esa figura: el padre , la madre, la abuela o varias de estas personas a la vez.

La prueba de que la teoría del apego hay que ponerla en cuestión, es que en su evolución ha derivado en las relaciones amorosas, lo que significa que los seres humanos estamos abocados a la interdependencia y a la interrelación, en definitiva al apego o al vínculo.

Pero a las madres siempre se les ha presionado en un sentido o en otro, y el discurso de ser mala madre si no se cumplen los estandares impuestos, antes por la religión, después por la medicina y ahora por los naturalistas o por todos a la vez, hacen sentirse muy mal a las mujeres que no aceptan estar en el grupo de "malas madres".


Por ello, el auge y la primacía que ha tomado en estos momentos la mencionada teoría no deja de resultar sospechosa de esconder alguna intención no tan clara como la propia definición pretende hacernos creer.