jueves, 10 de noviembre de 2011

Cómo influyen los recortes del capital en la vida de las mujeres

Una mirada retrospectiva a los discursos contenidos en la historia, literatura, antropología, sociología, para buscar la relación entre el sistema capitalista imperante y patriarcado, nos sitúa en primera instancia en el punto de inflexión en el que ambos términos convergieron. El patriarcado tiene mayoría de edad con respecto al sistema capitalista, sin embargo todo apunta a que este último fue configurado por el primero al comienzo de la revolución industrial en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII. Llevamos la friolera de 250 años viviendo en un sistema de reproducción social claramente masculino que excluye, genera desigualdades y vulnera los derechos de la mitad de la humanidad, es decir, las mujeres.

En todo caso y como se analiza en profundidad en el libro “El precio de un hijo” de la socióloga Josune Aguinaga, cualquier explicación que se pretenda dar sobre el determinismo biológico, analizado desde el punto de vista de la ciencia moderna, tiene sus orígenes en el empeño de los ilustrados como Rousseau y Hegel en diferenciar entre naturaleza y cultura, atribuyendo la primera a la mujer y  la segunda al hombre, en el momento actual el empeño consiste en superar tal dicotomía en general y en especial en el tema de las desigualdades sexuales. En este sentido, las denuncias realizadas por filósofas feministas han comenzado a poner en evidencia la forma dual, más o menos consciente de interpretar la realidad.

Creo que siempre es buen momento para hacer visible lo invisible, para descubrir las maneras unas veces sutiles y otras más jerárquicas que tiene el sistema patriarcal de minar, instalarse, reproducirse y perpetuarse en la estructura social. Creo que es necesario desarrollar una conciencia crítica de género, romper con tópicos, estereotipos y juicios de valor que minan nuestros propósitos, encasillan nuestro pensamiento, lo que nos lleva de nuevo a contemplar comportamientos sumisos.

Por ejemplo, las actividades domésticas y de cuidados, están asignadas culturalmente a las mujeres, incluso hoy y a pesar de las políticas de conciliación vida familiar y laboral, los hombres siguen siendo una excepción, mayoritariamente son las mujeres las que se acogen a la jornada reducida, lo cual demuestra que sigue siendo “su obligación”. Sobre ellas recae todo el peso del trabajo doméstico, los cuidados familiares y la administración del hogar. Una revisión a los valores que permanecen en las mentes masculinas y en las femeninas también, nos haría ver realmente en quién de los dos sexos recae la responsabilidad. Tenemos que enterrar en este contexto el término “responsabilidad” de una vez por todas y hablar de la corresponsabilidad, tratar de que cale culturalmente en los hogares, es preciso desterrar expresiones como “me ayuda o colabora en las tareas”, las mujeres tienen que ser más asertivas y asimilar que en el hogar viven todos y todos son corresponsables de su organización.

Bueno, bien, pero ¿qué pasa con las políticas de recortes sociales ahora en plena crisis nacional e internacional?, ¿quiénes son las víctimas de esos recortes?¿, quiénes van asumir sus consecuencias?. Creo que las mujeres, como sujetos plenos de derechos, creadoras y transformadoras de la realidad social y económica, tienen algo que decir al respecto. Si las políticas de austeridad y recortes van encaminadas a reducir presupuestos para el desarrollo de Ley de dependencia, de Igualdad en las empresas, es evidente que el ataque es directo a la economía de los hogares, estos tendrán que asumir por efecto cultural de la solidaridad familiar el cuidado de mayores que no tengan plaza en Residencias, hijos parados que no puedan hacer frente a hipotecas. En definitiva, puede tratarse al regreso del modelo de familia extensa. 

Cuando hablamos de estos recortes tenemos que hablar del ataque al derecho de empleo femenino, a un salario justo, es cada vez más evidente que la aplicación de la Conciliación actual ha producido el efecto contrario. Tenemos que hablar también de que estos recortes condicionan la dignidad plena, la independencia y autonomía. Un retroceso en derechos de igualdad, provocado una vez más por las relaciones asimétricas de poder y subordinación, esto no es el juego de la oca, en el que si te equivocas te hacen volver  a la casilla de salida y empezar de nuevo y sino que empiecen de nuevo los que se han equivocado realmente…

En un mundo neoliberal, capitalista y globalizado, donde prevalece el mercado y el consumo sobre las satisfacciones humanas, las mujeres tenemos espacios reducidos, nuestra voz es como el eco en un valle, nuestra propuesta de vida rebota en nuestros oídos, parece que nadie nos escucha o más bien no les interesa escucharnos.

Socialmente el trabajo de la mujer en el hogar, es invisible, oculto, relegado, infravalorado. Mucho se ha hablado ya de la doble jornada de las mujeres, la del hogar, evidentemente sin remunerar, y lo que es peor sin reconocer la importancia de su contribución. Mientras que los trabajos masculinos tradicionales tienen su valor en el mercado, el trabajo de la mujer en el hogar es todavía hoy gran parte economía sumergida o de explotación. Cuando desde un aspecto antropológico y sociológico, todas estas actividades son fundamentales para asegurar la vida humana, no podemos obviar la dependencia del ser humano tanto en su primera etapa de vida como en la última, un marco de relaciones afectivas, emocionales, de seguridad y pertenencia sin las cuales es imposible la subsistencia.  

En el libro “Malabaristas de la vida” de M.I.Amoroso Miranda, A.Bosch Pareras, C. Carrasco Bengoa, H. Fernández Medrano, dedican todo un capítulo a este aspecto, resaltando la importancia que tiene nombrar la tarea de la mujer, describirla, valorarla. Observan que no sólo se trata de tareas dedicadas al cuerpo y sus necesidades básicas físicas, sino que más bien se trata de crear relaciones afectivas y sociales y de protección de las personas, de enseñar, educar y socializar a las futuras generaciones, es por tanto, una tarea civilizadora.

Estas ideas, no son banales en el contexto  político y económico que nos ocupa, las mujeres no solo estamos bajo constante stress y sobrecargas, sino también, expuestas a una violencia cotidiana en los marcos del espacio doméstico, ya van 54 muertes por violencia de género en el presente año.

En este sentido, resulta pertinente en estos tiempos el surgimiento y avance en el escenario político de la Economía Feminista,  ya que aborda cuestiones elementales, y aún no resueltas para las mujeres, cuestiona y denuncia su situación de opresión, ayuda a visibilizar sus contribuciones e incidencias en la economía, así como la ruptura de estereotipos y dogmas de inmovilización asimiladas culturalmente por la sociedad y por gran parte de las mujeres, también, en este ámbito.

Tenemos por delante un terreno fértil de aportaciones pero también de múltiples y variadas resistencias. El camino es largo y difícil. El sistema patriarcal es el que ha dominado todas las esferas sociales pero es importante considerar el papel de implicación de las propias mujeres en el proceso de reproducción social del patriarcado, ya que, en muchas ocasiones, las mujeres reconocen y dan más valor al trabajo de un hombre que al de una mujer. La mentalidad de muchas mujeres, mayores y no tan mayores, está sembrada de una gran cantidad de estereotipos de género y esto sin lugar a dudas, mina y perjudica a las mujeres como colectivo.

Si  queremos cambiar el modelo patriarcal, tenemos que visibilizarnos nosotras mismas, nuestras cualidades y valores, para que la sociedad reconozca que con nuestra capacidad de organización, experiencia en administrar economías de crisis en los hogares, nuestra capacidad de diálogo y de entendimiento y sino cómo se entiende que los partidos hayan elegido en la actual campaña electoral a 6 Directoras de Comunicación. Creo que es el momento de luchar por la igualdad real. Para ello es necesario desarrollar una conciencia de género que nos identifique como grupo,  ponga en evidencia la ideología del sistema patriarcal, que defiende la naturaleza humana de las mujeres para el trabajo reproductivo y ensalza las capacidades intelectuales de los hombres para el trabajo público. Un sistema que permite al hombre realizar su trabajo fuera del hogar con total libertad del uso del tiempo, gracias a que alguien permanece en él y garantiza sus necesidades para la supervivencia y perpetuación de la especie.

No podemos permitir que el Gobierno ponga la tijera en presupuestos que van ligados directamente al cuidado de la vida, estas actividades son una responsabilidad social y política. El objetivo de la sociedad no tiene que ser en primer término el capital sino la satisfacción de las necesidades vitales.