Recientemente podíamos leer que la píldora anticonceptiva ha entrado en una generación adulta. Menos mal, porque siempre ha estado en el filo de la navaja y no por que sea algo que requiere control médico y regulación política, que también, sino porque se ha puesto en solfa a lo largo de sus 60 años con la iatrogenia que producía.
En los años 60, cuando en España todo lo relativo a anticoncepción era ilegal, en Francia realizaban consultas a Altos Comités consultores de la población y de la familia cuyos veredictos eran de esta índole, “Los procedimientos mas eficaces (píldora y esterilización) presentan cuestiones delicadas, pues aportan una perturbación al funcionamiento de los órganos femeninos de la concepción”. En consecuencia, prohibían la propaganda de los anticonceptivos. Paradójicamente de esta misma década es la revolución del 68, también llamada el mayo francés, caracterizada por la reivindicación del amor libre.
En los años 80 se produjo un terremoto de grandes dimensiones en el ámbito mundial, según Wendy Cooper y Tom Smith, “una de las peores (alarmas sobre la píldora) surgió el 21 de octubre de 1983. Según se nos dijo en los medios de comunicación, la píldora podía causar cáncer de mama y de cerviz en mujeres propensas” todo ello fue debido a un artículo publicado en The Lancet. A causa de la alarma generada entre las mujeres consumidoras de la píldora, esta información tuvo una gran trascendencia y hubo que buscar repuestas coherentes, The Lancet denunció como falsa la propia investigación en la que se apoyaban estas afirmaciones. Pero los medios de comunicación ya no se hicieron eco de las rectificaciones, dejando a la opinión pública confusa sobre este tema.
Por eso, leer en 2012 que la píldora ha dejado de ser la mala de la película, significa todo un triunfo para la sociedad y especialmente para las mujeres.
Le llaman segunda revolución en la anticoncepción hormonal, ya no tiene efectos negativos entre las mujeres que la utilizan, ya no se administran estrógenos, se piensa en los beneficios de reducir o eliminar el sangrado menstrual a conveniencia de las mujeres, eliminar el dolor y el síndrome premenstrual y como comenta la Maria Borja en SModa, se ha roto la leyenda negra que ha sobrevolado a la píldora anticonceptiva a lo largo de toda su historia.
Es un triunfo también simbólico: no solo apoya el avance de las mujeres en materia de anticoncepción, sino que consagra definitivamente la capacidad de decisión de las mujeres a adoptar modelos propios de maternidad.