Desde la llegada al poder político de la derecha, abundan las quejas de que se está retrocediendo en derechos fundamentales para la población más vulnerable, y las mujeres todavía lo somos aunque seamos mayoría. Se habla de los tijeretazos justificados más o menos hábilmente por la crisis económica. Han desaparecido los que creíamos que eran derechos adquiridos, promulgados en leyes de obligado cumplimiento.
Una de las primeras cosas que sorprende con el RD-Ley de la Reforma Laboral (clica para conocer texto completo) es la ausencia del informe de Impacto de Género, al que obliga la Ley de Igualdad (Art.17). Cabe esperar que se remita a las Cortes para la tramitación legislativa. Entonces se podrá apreciar la incidencia más negativa aún para las mujeres trabajadoras que verán recortados sus derechos laborales en mayor medida que los hombres, con los que no se habían conseguido igualar en materia laboral y económica.
Las series estadísticas laborales y de empleo, desagregadas por sexo, permiten apreciar los avances hacia la igualdad entre mujeres y hombres en España en las dos últimas décadas. Se ha incrementado sensiblemente la tasa de actividad y la de empleo, lo que incide en una mayor autonomía personal y mejora de la calidad de vida de las mujeres. Avance que se ha producido por el esfuerzo personal y colectivo de las mujeres ya que se ha avanzado menos en lo relativo a la corresponsabilidad familiar y social con los varones.
También, en paralelo, se ha ido reduciendo el diferencial en las tasas de desempleo, que hace 15 años casi duplicaban a las de los hombres, y se fueron aproximando hasta la llegada de la crisis en 2008. Nos tememos que ahora el proceso se invierta amparado en la nueva reforma. No debemos permitirlo, porque nos acercaría a un proceso de empobrecimiento, exclusión y de retorno al hogar para volver a asumir el rol tradicional de ama de casa. Aunque ya no sería lo mismo: las mujeres actuales están educadas y socializadas en mayor libertad.
Las mujeres de las generaciones más jóvenes, que están más y mejor formadas que los chicos, se habían ido igualando en el acceso al mercado de trabajo y en las características de las contrataciones, la mayoría en precario por la temporalidad, con jornadas reducidas que en la práctica eran mayores. Las tasas de paro eran muy similares. No ocurría lo mismo con los salarios. Tampoco con la promoción profesional, donde se apreciaba claramente la discriminación por ser mujer. Con la reforma laboral corren más riesgo las jóvenes frente al despido arbitrario y sin garantías: una mujer puede ser madre y las empresas, posiblemente, van a penalizar con despidos, reducciones de salarios y de jornadas, traslados etc. esta opción para que el coste social y económico sea cero.
Con los contratos que alargan el periodo de prueba a un año, el despido, sin más, a las mujeres que se queden embarazadas en ese tiempo se puede generalizar. Con este sistema el despido no es que sea barato, es coste cero.
En este país, en el que estábamos avanzando poquito a poco en la conciliación y corresponsabilidad de las responsabilidades familiares, generando instrumentos que facilitasen ese cambio de modelo social, la reforma es un mazazo que supondrá un retroceso para todas las mujeres. Los contratos más precarios: inseguros, de gran temporalidad, de jornadas reducidas; los salarios rebajados a lo que decida en cada momento el empresario/a y el despido fácil y barato incidirá con toda seguridad en un mayor incremento de la pobreza de las mujeres en su conjunto.
El estado del bienestar, que se está derrumbando, inició su caída con el recorte hacia los derechos de las mujeres, llamémosle en materia social: casas de acogida, moratoria en la aplicación de la Ley de Dependencia, anuncio reforma o derogación de la Ley del aborto (en algunos territorios, abono de las intervenciones actuales por las pacientes, que no saben cuando se les abonará), la píldora del día después, etc. Esto, solo en dos meses, ¿qué pasará en cuatro años de legislatura recortando el estado del bienestar?
El 22 de febrero se recordaba la discriminación salarial, la brecha de género, que sufren las mujeres sin causas objetivas que la sustenten. Discriminación denostada públicamente también por quienes la propician: los sectores políticos y económicos dirigentes de la sociedad. Las cifras oficiales sitúan la diferencia salarial entre el 22% y el 30% inferior para las mujeres. Con las reformas que han implantado, la brecha de género irá en aumento. Ello nos llevará a una errónea conclusión: con salarios tan reducidos para las mujeres a muchas no les compensará trabajar. A la familia tradicional, en conjunto, le costará dinero el que la mujer (no despegada de su rol tradicional) trabaje fuera de casa, porque nunca se planteara el mismo axioma para los hombres (cabezas de familia). Conclusión: ante la penuria la primera que vuelve a casa es la mujer porque es más capaz de hacer los ajustes en la economía familiar y aportar el trabajo no remunerado que pueda permitir la subsistencia. Se producirá un proceso de VUELTA A CASA.
Otros derechos que se verán recortados, aún más de lo que están en la actualidad, las prestaciones sociales: por desempleo, derivada del salario y la cotización a la Seguridad Social; la pensión de jubilación quedará mermada por el menor salario (brecha de género) y el menor número de años cotizados por la tardía incorporación de la mujer al mercado de trabajo en los pasados años y el incremento de la edad de jubilación y años para adquirir el derecho a esta prestación. Lo que es peor, lo que puede venir en cuanto al recorte de pensiones y todo tipo de prestaciones sociales. Gran número de mujeres van a dejar de ser, poco a poco, sujetos de derechos si esta tendencia no se para.
Por todo eso se reclamamos el preceptivo Informe de Impacto de Género sobre la reforma laboral y del resto de la normativa a implantar, especialmente la vinculada a los llamados ajustes para la superación de la crisis económica. Y que dichos informes se hagan públicos. No vale poner la frase de: no tiene impacto de género para superar el trámite legal.
La superación de la crisis no la tiene que soportar la ciudadanía que no la ha generado y menos la mujer ausente de las estructuras financieras y de sus poderes.