martes, 17 de julio de 2012

Dejen a las mujeres elegir en paz


Rondan de nuevo por la prensa nacional algunas opiniones y debates en torno a la publicación de una encuesta que ha intentando averiguar las razones por las que las mujeres deciden actualmente llevar a término un embarazo o abortar, y que ha puesto al descubierto que “sólo” alrededor del 30% de las que abortan lo hacen por razones económicas, mientras que el resto –la mayoría- informa de una gran diversidad de motivaciones que nada tienen que ver con la supuesta violencia estructural de la que tanto le gusta hablar a nuestro actual ministro de Justicia.

En este asunto, como en todos, es preciso recordar una vez más que la gente suele tener buenas razones para hacer lo que hace, y que la consecución de cualquier cosa en la vida depende de la motivación (si se quiere, intereses) los medios y las oportunidades que se tengan: todas ellas forman causa en común para que algo acabe o no sucediendo (lo malo y también lo bueno, que es una cuestión de opinión).

Por otro lado, tanto los motivos (culturalmente aprendidos) como los medios y las oportunidades, se encuentran tasados y sancionados por la sociedad dentro de la cual cada una vive: no todas tienen acceso a los mismos medios ni se les conceden las mismas oportunidades.

Es en este punto en el que hay que entender de una vez que la motivación para traer un hijo al mundo suele depender directamente de la esperanza y de la fe en el futuro, hoy más bien escasas; que las oportunidades dependen de las posibilidades reales que ofrezcan el estado de bienestar, las facilidades o dificultades de acceso a una vivienda o de conciliación de la vida laboral y familiar, y que los medios con los que podríamos contar son los que la crisis financiera, el desempleo, los empleos precarios, la desigualdad de salarios y las políticas de los gobiernos para afrontarlos nos están negando por activa y por pasiva cada día de nuestras -cada vez más angustiadas- vidas.

De manera que sí, las mujeres, a veces, quieren pero no pueden. Y otras tantas, pueden pero no quieren; y otras no quieren querer; en ocasiones, ni quieren ni pueden y alguna vez, cuando se dan los medios, las oportunidades y la motivación conveniente (que no las presiones de ningún ministro ni la publicación de ninguna encuesta), alguna mujer tiene un hijo.

Un hijo que, a pesar de la gran lata “pro-vida” actual, sería a partir de entonces ya tan sólo problema suyo y no de la sociedad que tanto le demanda, pero que tanto se desentenderá de él en cuanto nazca.

Y todo ello contando, sobre todo lo demás, con que no todas las mujeres tienen por qué ser madres, y que todas ellas tienen por el contrario otras miles de maneras de “ganarse” su derecho a vivir y de estar en el mundo.

Formas que, dicho sea de paso, ese mismo mundo suele celebrar –y en las que suele implicarse- con mucho mayor entusiasmo y autenticidad que con el nacimiento de un niño.

Dejémonos entonces de sermones y dejemos de una vez, por tanto,  a las mujeres en paz.