jueves, 3 de noviembre de 2011

La corrupción del lenguaje alcanza a la igualdad


El lenguaje nunca es neutral: opera a favor de quien ostenta el poder. En materia de igualdad hace tiempo que se vienen percibiendo la utilización de una serie de términos que crean equívocos y malentendidos.

No solo en materia de igualdad, es cierto. Hace unos meses, la revista Temas para el Debate dedicaba su parte monográfica a “la perversión del lenguaje político” y allí analizaba términos como gobernanza, liberalización, flexiseguridad, empleabilidad y otros que gozan de mucha aceptación pública, sin que se reflexione demasiado sobre su significado. Quien sí lo ha hecho muestra la gran mentira que hay tras la apariencia de terminología novedosa y útil para la convivencia en democracia.
                                                                                              
La Igualdad es otra víctima de esta manipulación. El lenguaje tiene una gran importancia como creador de opinión. La democracia española abordó una de las grandes brechas que separaban niñas y niños en materia educativa. Desde hace más de 30 años el ministerio de educación estaba tratando de eliminar textos que encubren o minimizan la existencia  de mujeres. No digamos de las mujeres que pudieran haber sido materia de estudio en la historia, el arte, la literatura y tantas otras materias, de las que solo se están ocupando las propias mujeres profesionales, historiadoras, sociólogas, matemáticas, astrónomas, etc., tirando de todos los archivos allí donde estén.

Este esfuerzo tiene poca repercusión en las escuelas. Pero lo mas grave es que tampoco se han implantado textos que contemplen a los dos sexos en igualdad. Treinta años después de haber afrontado la eliminación del sexismo en los materiales didácticos y de trabajar para visibilizar al género femenino en general, todavía no se ha logrado este objetivo mínimo.

Y cuando todavía queda tanto por hacer en ese terreno aparece un nuevo problema, tan difícil o más de destapar: la tergiversación de las palabras.

Cuando alguien dice Conciliación de la vida laboral y familiar pero habla sólo de ayudas para las mujeres está tergiversando el objetivo de la conciliación, porque conciliar es poner en igualdad a los miembros de las familias.

Cuando alguien habla de Igualdad de Oportunidades pero lo que introduce detrás del término es la posibilidad de elegir escuela, por ejemplo, animando a padres y madres a no aceptar el colegio correspondiente por proximidad y otros criterios no está hablando de igualdad en la educación.

Cuando se exige la custodia compartida, en aras de la igualdad, pero lo que oculta es: “mitad para ti mitad para mi” en un acto salomónico, sin tener en cuenta ningún matiz en la historia de las relaciones familiares de las personas afectadas, está tergiversando el contenido de la custodia compartida.

Más aún cuando se ocultan hechos. Recientemente ha aparecido la noticia de que después de 24 años se han realizado los primeros abortos en Navarra. Durante este tiempo se ha deslizado la creencia de que Navarra es una autonomía muy conservadora y de ahí que la sociedad y los sanitarios no quisieran realizar abortos en el territorio de la Comunidad Autónoma. Lo que no impedía subvencionar todos aquellos abortos que las autoridades considerasen pertinentes para ser realizados en otros territorios.

La realidad es que los abortos no se realizaban en Navarra porque el personal sanitario implicado y los centros de planificación familiar decidieron no realizar ningún aborto hasta que la ley no les protegiese de los insultos y vejaciones que sufrieron quienes se atrevieron a asumir la despenalización con normalidad. A la opinión pública se habló de objeción de conciencia y se le hurtó el término real: coacción a los profesionales.

Otro ejemplo más de que las palabras pueden restar en vez de sumar en el quehacer de la igualdad. El juez del Olmo, en una sentencia dictada recientemente sobre una denuncia por malos tratos, dictaminó que la palabra zorra significaba en ese caso concreto "mujer astuta", utilizando esta definición como uno de los argumentos para
la absolución del denunciado.

Sobre este vocablo, la Real Academia, además de describir a dicho animal, indica que cuando se refiere a personas puede ser en femenino y significa prostituta o, en general, persona astuta y solapada.

Cuando una mujer denuncia por malos tratos, en general es porque se ha producido, al menos, algo de tensión entre la pareja, y en ese supuesto a nadie se le ocurre que se use la palabra zorra para decirle ¡astuta! que eres una ¡astuta!.Salvo que se trate, justamente, de distraer la atención sobre la existencia de malos tratos.

Las palabras no son neutrales ni el lenguaje inocente. De ahí que, hoy más que nunca, tengamos que extremar la vigilancia para poder señalar de qué hablamos –y de qué no- cuando hablamos de igualdad.

3 comentarios:

  1. Hay que perder el miedo a las palabras. Es un miedo que no identificamos de donde nos viene, quizá sea de que intuimos la gran importancia que tienen las palabras. Las palabras son nuestra herramienta para pensar, pensamos basándonos en ellas y, según lo que pensamos, después actuamos. Cuando admitimos el “eso es cosa de mujeres” estamos admitiendo que esas cosas y las mismas mujeres están, como poco, a diferente nivel y, si se quiere ir más allá, hasta se puede ver un cierto desdén. Debemos actuar para que esos excesos verbales cada vez sean menores, no debemos tolerarlos por muy nimios que nos parezcan, van dejando un tufillo que nos perjudica a todos.

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  2. El lenguaje está cargado de ideología. Ya lo decía el marxismo, las ideas rectoras de una época son las ideas de la clase gobernante. A través del análisis del discurso podemos descubrir el lenguaje real o las verdaderas intenciones cuando se habla de igualdad.

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  3. El lenguaje nos define y nunca es neutral. Es importante que las mujeres seamos capaces de defender el lenguaje que construye nuestra realidad desde nuestra perspectiva, no desde la perspectiva ajena.
    Zorra, quiere decir zorra, no aceptemos que se desactive o abarate el insulto. Conciliar quiere decir conciliar y esa tarea concierne a la sociedad, no sólo a las mujeres.
    Es una tarea cotidiana y, seguramente, larga pero no podemos ceder ni un paso.

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