Las feministas, muchas mujeres, estamos asistiendo perplejas a unos ataques machistas a los que habíamos dejado de estar acostumbradas, era el machismo benévolo el que había conseguido la supremacía y eso nos hacía estar incluso algo relajadas en ocasiones. La virulencia de las declaraciones tanto de una parte de la iglesia, como de una parte de hombres está subiendo de tono.
A todo esto se suman voces de hombres que, desde su postura de machismo benévolo, pretenden explicar qué tienen que hacer las mujeres para conseguir sus objetivos. El feminismo es una teoría crítica de la sociedad y es una reivindicación, y para hablar de ello hay que tener conocimiento de causa. Es decir, leer teoría feminista para saber de qué se habla y ser activista para entender por qué se producen las reivindicaciones.
Otra cuestión que ya es urgente es que las reivindicaciones se asuman también por parte de los hombres. En cierta ocasión en una reunión entre hombres y mujeres, el más respetuoso con el feminismo me dijo que la igualdad era una cuestión que nos tocaba resolver a las mujeres. Pero eso era no entender la esencia del problema. La violencia de género nunca se resolverá sin la contribución de los hombres.
También es verdad, que el machismo encubierto había asumido el discurso de lo políticamente correcto, se trataba de quedar bien, sin interiorizar realmente las cuestiones feministas. Y esta forma superficial en más de una ocasión hacia saltar el corsé de la corrección hacia una salida de tono sorprendente, incluidos muchos hombres con responsabilidades políticas o económicas. La Ley de Igualdad, había convertido en una obligación, contar con las mujeres en la administración pública, en la enseñanza, en tribunales, y ciertos partidos apoyaban que esto se ampliase en sus propias organizaciones y en todos los ámbitos de su influencia, listas electorales, puestos de responsabilidad, cargos políticos, etc.
Justamente este corsé está estallando en muchos espacios, pero sobre todo en aquellos en los que lo políticamente correcto está forzando a un discurso diferente al pensamiento real y profundo de algunos sectores sociales. El respeto debido a las mujeres, no necesariamente pasa por el discurso de lo políticamente correcto, es el derecho de las personas el que está por encima de cualquier corsé venga de donde venga. Por cierto, el discurso de lo políticamente correcto es un arma de doble filo para las sociedades a las que se les ha impuesto sin una educación previa, ya que por un lado puede ser informativo e ilustrativo de cómo comportase ante una situación poco interiorizada sin ofender al otro y por lo tanto ejercer una misión educativa, y por otro lado con el tiempo se ha convertido en un límite que sirve para sobrepasarlo y transgredir.
Estamos asistiendo a ataques absurdos e ignorantes, pero también estamos asistiendo a ataques de quienes menos lo podíamos esperar, prensa progresista, revistas que habían respetado la diversidad de género y que se han unificado con presencia masculina. Por no hablar de miembros de la Iglesia, obispos, cardenales, curas de a pie, imanes, y también alcaldes y políticos de todo signo.
Las amenazas tradicionales a las mujeres que escriben en medios de comunicación, son delitos de odio, ya lo dije en otra ocasión, son amenazadas por ser mujeres, porque no les conocen de nada, en demasiadas ocasiones lo que menos importan son las ideas. Es decir, es como ir contra los judíos por ser judíos. Pero los twiteros amenazantes, son una bolsa más o menos grande que prácticamente va quedando aislada, se han manifestado mucho y mal y algunos pueden estar en el punto de mira de la policía.
Esto forma parte de la cotidianidad, lo nuevo es lo que viene de la parte progresista que no aguantaba un corsé mental que no tenía interiorizado, que todavía sigue siendo benévolo, oculto, disimulado pero muy visible desde las gafas violeta, la osadía de políticos voceros situándose en el lado de la desigualdad desde un cretinismo mental es algo que no pensábamos que se podía repetir.
Está claro que todos estos rasgos de retroceso en los avances hacia la igualdad, son los últimos coletazos de un machismo recalcitrante, que han hecho reaccionar por fin a magníficos compañeros de viaje, que han considerado intolerables estas verbalizaciones y han contestado a sus pares como se merecen. Gracias, tíos, nos habéis hecho felices y desde aquí lo digo y nunca me cansaré de repetirlo: la revolución feminista necesita a los hombres.